sábado, 21 de septiembre de 2013

Dr. Extraño

Las cuatro primeras ilustraciones de esta entrada han sido dibujadas por Quique Alcatena, un autor al que es difícil no admirar. 

El pavoroso avance de los sin mente
Mi apego a los cómics de superhéroes es minúsculo porque siempre he preferido otros medios narrativos; sin embargo, hay un personaje de Marvel que me resulta fascinante: Doctor Extraño. Y no sólo él, sino también el universo que lo rodea, lleno de asombrosos seres que moran en otras dimensiones.

Extraño —a partir de ahora lo pondré en cursiva para que no se confunda con un adjetivo o el presente de «extrañar»— es un héroe que hace honor a su apellido, pues sus aventuras se salen de lo común; no en vano ostenta el título de «hechicero supremo». Cuando no está midiendo sus fuerzas con otro mago, o flotando por el cielo de la ciudad en forma incorpórea, ha de evitar que el planeta sea conquistado por poderosísimas criaturas sobrenaturales. No son pocas las veces que Extraño se ve superado y tiene que usar la astucia.

El que sostiene ese báculo, Nébulos,
es alguien poco amistoso. Al fondo
está el Tribunal Viviente
Los villanos que las mentes de Stan Lee y Steve Ditko crearon para Extraño son... impresionantes. El más conocido de ellos, Dormammu, podría vencer él solo a varios superhéroes, y no es más que una muestra de lo que vendrá luego, porque hay otros que representan un peligro mucho mayor. La imagen de Dormmamu, con esa cabeza llameante, irradia cólera por los cuatro costados; cólera que no es meramente estética: pocos enemigos ha tenido Extraño que se dejen dominar tanto por la ira. Afortunadamente, Dormmamu sigue un código moral y, aunque no le gusta perder..., sabe aceptar una derrota; si no fuese así, podría haber aplastado a Extraño en varias ocasiones. Y Dormmamu no es nadie comparado con el Tribunal Viviente, verbigracia. La buena noticia es que el Tribunal Viviente no debería catalogarse como un villano, ya que se encarga de mantener el equilibrio del cosmos. 

Extraño enfrentándose a Zom
Los personajes que se encuentra Extraño poseen un poder fabuloso, pero sería un error fijarse sólo en ese detalle: cada uno está dotado de algo que los hace especiales, carismáticos. Por un lado, enfrentarse con Pesadilla garantiza grandes dosis de viñetas oníricas, surrealistas; por otro, los sin mente no dejaran nunca de luchar cuerpo a cuerpo, pues son incansables; si no fuese por la barrera que los mantiene a raya, generada por Dormmamu, causarían una destrucción total.

Perdonad que haya hablado, de momento, más de los villanos que del héroe. Lo hice porque creo que un héroe no es nadie si no tiene un buen antagonista, y Extraño cuenta con rivales dignos que lo engrandecen como personaje. Centrémonos ahora en la figura del doctor.

Pesadilla y su unicornio negro
Para empezar, no le llaman «doctor» por nada: otrora fue un reputado médico especializado en neurocirugía; lo era hasta que sus manos quedaron estragadas por un accidente, incapacitadas para operar. Después de esa desgracia, viajó al Tíbet; allí un anciano le enseñó los secretos de las artes místicas, y le legó la tarea de ser un escudo contra la maldad de otras dimensiones. Extraño es, por lo tanto, imprescindible: sin él protegiendo la tierra, los humanos sufrirían un destino atroz. Extraño, aun siendo consciente de eso, combate con denuedo y elegancia, como sólo un mago puede hacerlo: orquestando fuerzas místicas hasta desfallecer. Dos objetos le ayudan: en su cuello, el ojo de Agamotto puede abrirse para desvelar lo oculto; en sus hombros, la capa de levitación es una ayuda inestimable.

¿Habrá película del doctor en los años venideros? ¿Merecerá la pena?

Extraño en su sancta sanctorum. Parece que no le gustan
los eBook

viernes, 6 de septiembre de 2013

El mundo perdido

Contra un enemigo de tal
magnitud... esas armas parecen
de juguete. Mejor correr
Pocos personajes son más egregios que Sherlock Holmes; pero esta vez, aunque vengo con un clásico de Doyle, vamos a hablar del profesor Challenger, un tipo tan furibundo como inteligente, y de la novela que lo dio a conocer: El mundo perdido. 

Challenger, con su aspecto torvo y salvaje, se aleja de la representación habitual que suele hacerse de los científicos, siempre con esas gafas gruesas, greñas y molicie. Él es un tipo robusto que podría hacer un buen papel en una obra de Tolkien: «Tenía la cara y la barba que a mí me hacen pensar siempre en un toro asirio. [...] Unos hombros anchísimos y un pecho como una barrica fueron las otras partes de su cuerpo que sobresalían de la mesa, fuera de unas manazas enormes y cubiertas de vello largo y negro». A Challenger es mejor no llevarle la contraria, porque es capaz de enfadarse y hacer una brutal demostración de fuerza. Edward, el periodista que describe sus peripecias, igual que yo hago con las de Holmes, no tarda en descubrirlo. 

¡Es él! Habría que condecorar
al ilustrador

¿Y por qué un periodista se molesta en seguirlo? Challenger sólo es un loco que narra fantasías sobre una excursión que hizo a Suramérica... o eso creen algunos. Lo cierto es que posee las suficientes pruebas para convencer a Edward y a otros dos valientes: John Roston, experto aventurero, y Summerlee, reputado profesor. Estos hombres son los únicos que se atreven a acompañarle en una nueva expedición; Summerlee es el más escéptico, duda que aún vivan esas criaturas supuestamente extinguidas de las que tanto habla Challenger. Con «criaturas extinguidas» me refiero a los dinosaurios, porque, según Challenger, hay una alta meseta donde aún pueden encontrarse. ¡Qué aventura!

Está claro en qué se inspiró Michael Crichton, ¿verdad? El célebre autor superventas y Spielberg tienen mucho que agradecerle a Doyle. Menudo tinglado se montó en los noventa con todo aquello de Parque jurásico. Recuerdo que fui al estreno, por cierto. Gran película.

Esto es el cine, amigos, es
menester añadir una chica
El mundo perdido es una novela ágil. (Tras esta afirmación, han muerto todos los autores que siguen esa moda de enganchar al lector desde la primera frase). Naturalmente, la trama no se desarrolla tan rápido como en un libro de Henning Mankell, pues Doyle se toma un poco —en serio, un poco— de tiempo para generar ambiente; mas los sucesos pasan con velocidad. Se trata de una obra apta para jóvenes y adultos, porque es amena, sencilla y didáctica. ¿Quién no ha buscado, después de leerla, las ilustraciones de los feroces dinosaurios que se enfrentan a la expedición?

Echad un vistazo a estas líneas: «Tengo la convicción, repito, de que esto que escribo está destinado a alcanzar la inmortalidad como literatura clásica de auténticas aventuras». Cuando a Doyle se le ocurrió que Edward pensase eso... seguro que no era consciente de cuánta razón llevaba el joven periodista. El mundo perdido es la estrella de todo un género.