Antes de nada quiero dejar claro que esta entrada es una opinión personal, no pretendo con ella adoctrinar ni nada por el estilo. Sólo quiero explicar por qué dije muchas veces que entiendo poco de cine. En realidad la razón es simple: no me gusta al mismo nivel que la mayoría de las personas. Es decir, veo una película de la televisión cada dos o tres meses, porque prefiero las series y, por supuesto, los libros. Siempre que digo esto, me responden con escepticismo o desdén; lo comprendo perfectamente, es lo que ocurre cuando alguien se sale un poco de lo que se considera «normal». Pero es la realidad. Cuando leo un libro, el autor me permite imaginar la historia hasta cierto punto; ya lo decía Conrad: «El autor sólo escribe la mitad del libro. De la otra mitad debe ocuparse el lector». King, por ejemplo, a veces le deja al lector el trabajo de imaginarse el rostro de los personajes, de manera que cada cual puede ponerles la cara que quiera.
Todavía recuerdo la primera vez que vi en el cine El señor de los anillos, y el impacto que me causó observar cómo cobraba vida esa historia con la que tan bien me lo pasaba en la adolescencia; pero la ilusión terminó cayéndose como un castillo de naipes tras unos meses, porque no era lo mismo. En la novela yo era uno más de los personajes, viajaba con ellos; estaba allí cuando Gandalf cayó en Moria, o cuando Frodo arrojó, al fin, el anillo, librando así a sus amigos y a sí mismo. He puesto el célebre libro de Tolkien como ejemplo, sin embargo, podría decir lo mismo de muchas otras historias. Para mí, la letra impresa ofrece más de lo que el cine jamás podrá dar, pues el único límite que tiene un autor es su imaginación, mientras que una película está coaccionada por los plazos, dinero, actores... Además, los cineastas son bucaneros de la literatura, ¿qué ocurre? ¿No hay ideas propias que tengan calidad? Por algo mi filme preferido es Cristal oscuro.
A pesar de lo dicho, como sólo visito los cines una vez al año...
No me importa ver una película palomitera de usar y tirar, porque es para eso, aún diría más, con alguna me divertí bastante. Hay quien no comprende que los filmes no siempre buscan ser obras maestras como Blade Runner, sino que se conforman con regalar espectáculo y recaudar en taquilla; o sea, entretener. Me encanta la hipocresía de los que arremeten contra ese tipo de cine —ojo, aquí estoy generalizando—, ya que muchas veces ellos hacen lo mismo: intentar obtener todo el dinero que sea posible o soñar con ello. Por otro lado, creo que la calidad disminuye según pasa el tiempo, porque ese espectáculo del que hablo le está comiendo terreno al guión —sí, guión con acento, y que se chinche la RAE—. Y crecen las películas vacías que llenan su publicidad de humo y espejos, que sirven para atraer al espectador, de la misma manera que se atrae a los insectos con una trampa luminosa. Así que tal vez llegará el día en el que le daré la espalda al celuloide.
Dentro de poco veré la nueva de Conan. Su estreno se acerca cada vez más. Tengo miedo.